Mantenerse sereno cuando hay calma emocional, es fácil.
Lo difícil es mantener la serenidad en momentos inciertos o que nos sobrepasan…. nos ayuda contar hasta 10, respirar profundo, recordar nuestra fortaleza en situaciones anteriores muy duras, decirnos que no nos queda mas que asumirlo y mejor serenos… y recordar los apoyos que tenemos.
Un abrazo, una sonrisa, una mirada, un gesto, unas palabras… nos ayudan cuando estamos al limite. Quienes nos los obsequian nos transmiten fuerza con su afecto. Nos hacen saber que no estamos solo.
Todos afrontamos estos momentos difíciles como podemos, no hay unas opciones mejores que otras. Al experimentarlas comprobamos si nos son útiles o no. Si nos ayudan o complican la existencia. Y en base a ello las mantenemos o las cambiamos.
Algunas veces es nuestra propia vida con la que se nos pone a prueba, otras la de personas queridas… y otras, tenemos pleno, las dos cosas a la vez.
Podemos sufrir una perdida de un ser querido, de una calidad de vida, un desengaño amoroso, un cataclismo, enfermedad, impotencia para ayudar a quienes amamos… o nuestra vida ha dejado de tener sentido. Todas son perdidas emocionales, con diferentes decorados.
La negación, el enfado y la aceptación son fases del mismo proceso, las vamos experimentando según vamos avanzados. En las dos primeras fases solemos rechazar el soporte de quienes están dispuestos ha hacerlo y solo aceptamos lo que nosotros deseamos, sin escuchar otras posibles opciones….. intentamos negar, minimizar la situación o exagerar sus efectos catastróficos.
La ira o la paralización suelen estar presente, es en estas dos fases donde sería mas útil mantener la calma, pero no siempre podemos, Cuando decidimos… o mejor reaccionamos desde el pánico o la ira es cuando es mas probable que retrasemos o compliquemos mas la situación.
El tiempo entre cada una de ellas varia de persona a persona.
No necesariamente llegamos a la aceptación… podemos quedarnos estancados, con el consiguiente aumento de sufrimiento…pero solo en el tiempo que nos queda de esta vida.
A cada nuevo nacimiento, obtenemos una nueva oportunidad de aprendizaje… con la memoria a cero, pero con lo ya aprendido integrado.
Mirando hacia atrás, es probable que te digas… cuanto sufrí y total para nada.
Mis peores temores no se concretaron.
Esta vez voy a procurar mantener la calma e intentar sufrir menos.
Las cosas no suelen ser ni tan malas como tememos … ni tan buenas como deseamos.
El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional.
Llega un día, que ante un nuevo reto, cansado ya de tanto estres, te dices… lo que tenga que ser será, y cuando sea, no me quedará otra que afrontarlo. Escojo no sufrir más por anticipado.
Y si, te instalas en la serenidad. Puedes seguir con tu vida cotidiana… aunque con sus altos y bajos, que nuestras emocione, por mas que creamos que las tenemos controladas, no siempre lo logramos.
La serenidad no evita las dificultades o las incertezas… la serenidad acalla el pánico.
Si la tenemos instalada se nos despeja la mente y nuestras decisiones son más acertadas.
Valoramos más lo trascendente que lo intrascendente… le damos a cada cosa su valor real.
Nos sorprendemos del valor que les habíamos antes dado a cada uno de ellas.
Es, en momentos aciagos, cuando valoramos más a quienes tenemos a nuestro lado… que los bienes materiales que poseemos.
La soledad no deseada complica la serenidad.
Los apoyos no son imprescindibles… o pueden decepcionarnos los que creímos tener… pero un buen apoyo marca la diferencia en la manera en como anímicamente afrontamos los momentos mas duros.
Cuidar de nuestros apoyos es la mejor de las decisiones.
No por el egoísmo del por si acaso… es por la alegria del compartir, del amar y sentirse amado… de sentirse acompañado y no sentirse solo.
Es pasar del yo excluyente y egoista… al nosotros incluyente y generoso.
Camina mas rápido quien camina solo… y llega mas lejos quien lo hace acompañado.
Muchas veces las malas experiencias vividas con anterioridad, donde nos sentimos abandonados, no comprendidos o traicionados, hacen que nos cerremos a volver a confiar por el dolor que conlleva.
Nos encerramos en una cárcel a la que nosotros consideramos nuestro refugio, libre de todo mal…y nos perdemos las posibles heridas, pero también todas las posibles gratificaciones que en este basto y poblado mundo existen.
Seran nuestros miedos los que nos mantengan mas o menos encerrados en esta cárcel de la que también somos los carceleros.
Solo podemos manifestar amor si lo sentimos… si lo que sentimos es miedo, egoísmo, lujuria, ira… eso es lo que manifestamos y vemos reflejado en el gran espejo que es la vida.
Un día, no sabemos bien porque, quizás después de mucho sufrimiento y soledad, podemos decidir abrir un poco la puerta de nuestra cárcel… cuando lo hacemos es porque estamos listos para volver a confiar .
Es un riesgo, sin duda. Si confiamos y somos correspondidos aumentara nuestra confianza… si se nos daña… es muy probable que nos encerremos a cal y canto otra vez. Es un riesgo, pero vale la pena correrlo.
Si superamos el trance, ya no seremos los mismos… una fuerte experiencia ha sacudido nuestros cimientos. Muchas veces, cuando la hemos superado y ha pasado un cierto tiempo, la agradecemos. Nuestra vida ha adquirido un nuevo sentido.
La vida nos ha sacudido fuerte, porque mientras nos hablaba bajito, diciéndonos que andábamos perdidos o confusos… no le escuchábamos, vivíamos encerrados en nuestro refugio… por puro miedo. Ciegos y sordos a todo lo que nos llegaba, aunque fuera muy débilmente del exterior… la musica, la calidez del sol y la belleza del exterior nos las negábamos.
Estos refugios son fríos, oscuros y con susurros amenazadores por todos lados.
Todo lo que vivimos no son casualidades, son causalidades muy bien diseñadas para aprender a amarnos.
Las decisiones tomadas, tanto si son en interés propio como ajeno, nos van ampliado la conciencia, todas sos experiencias.
No tenemos que obsesionarnos, pero si tener presente que nacemos con fecha de caducidad. Esta toma de conciencia nos tendría que hacer valorar mucho más nuestro limitado tiempo… y lo que hacemos con él.
Nacer y morir son la misma experiencia, soló que vista desde perspectivas diferentes.
Con el nacer llegamos… venimos del útero materno, que… para el no nato, es una muerte el nacimiento a nuestro mundo.
Para llegar a un lugar, antes tuvimos que estar en otro.
La energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma… y eso es exactamente lo que hacemos cada vez que cambiamos de estado.
No le temo a la muerte… se que es un nuevo nacimiento… me llegará cuando me toque… se que es inevitable.
Al igual que le decimos los ya mayores a un niño, que ansia ser mayor… que saboree todas las etapas de su vida, que no las desperdicie pretendiendo ser lo que ya será, que esta etapa concreta no volverá… los mayores tenemos que aplicarnos el mismo razonamiento. Todas las etapas de nuestra vida son partes del camino, ninguna es prescindible, todas tienen su porque.
Te agradeceré comentes mis reflexiones, juntos aprendemos.
Muchas gracias por tu atención.