De hecho, es fácil. Una vez te reconoces como espíritu encarnado en un cuerpo, tu conciencia a alcanzado un cierto nivel de madurez … y consecuentemente valoras quienes eres y no lo que tienes, no hay marcha atrás porque no lo deseas.
Las tentaciones mundanas dejan de alterarte.
En la adversidad, en la que nos encontramos inmersos a nivel planetario, eres capaz de ver la belleza que… a veces muy mermada, se vislumbra en cada alma.
Eres capaz de compadecerte de quienes están cegados por la ignorancia.
Ayudas, en lo que puedes, a paliar el dolor de los que sufren… si lo aceptan.
Y disfrutas de todo lo que te rodea… especialmente de la belleza de la naturaleza, las relaciones humanas harmónicas y de los diálogos contigo mismo. Te sientes en paz.
Ya no renuncias a ser quien eres… y lo manifiestas sin aspavientos, pero sin dudas. Aunque el precio que pagues sea alto. Te conviertes, tú que le das al respeto propio y ajeno, un gran valor… en blanco de las iras de quienes aun no has despertado.. No soportan que les recuerdes con tu ejemplo lo que remotamente saben, pero se empeñan en no recordar. Creen que anulándote se soluciona el problema.
Tu sabes que si renuncias a tus ideales, el precio que pagues será mucho más alto… te perderás el respeto. Vivirás en un infierno y de manera consciente.
Porque una vez despertada la conciencia… no puede ser acallada.
Gastarás, al principio de tu despertar, ingentes cantidades de energía para auto engañarte… y solo lo conseguirás a ratos. Nunca sale a cuenta engañarse a uno mismo. Es cuestión de tiempo el que lo comprendas.
Confías en que, aunque no lo comprendas, es necesario que todos vivamos lo que estamos viviendo. Porqué, lo que si sabes… es que sabes muy poco.
Las lecciones que nos da la Vida, nos las enseñan viviendo la experiencia. No hay casualidades o errores, hay causalidades. Todo tiene su porque.
Por tanto bienvenido todo lo que vivimos… solo es cuestión de aceptarlo.
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