Había una vez un heroico caballero, de los que triunfan en cuentos de todas las lenguas y lugares. Su valentía era tan grande, y su espada tan temida, que cansado de buscar dragones, ogros y monstruos de cuento en cuento, decidió abandonar los cuentos y venir a probar su valentía y su destreza al mundo real. Pero cuando llegó aquí, no encontró temibles criaturas, ni malvados brujos, ni siquiera una pobre madrastra a la que atemorizar con su espada. Y era muy raro, porque lo único que vio fue gente preocupadísima, con la misma cara de susto de todos aquellos que alguna vez había salvado de un dragón o un ogro. Sin embargo, no parecía haber nadie que les atemorizara o les obligara a vivir con aquella angustia: todos iban de un lado a otro, con prisa y sin hablar con nadie, como si algo terrible fuera a ocurrir. Pero al acabar el día, nada malo había ocurrido. Y así un día, y otro, y otro.
El caballero pensó que aquella podría ser su aventura más heroica, y resolvió dedicarse por completo a encontrar el misterio de la angustia del mundo real. Buscó, preguntó, indagó, navegó y trepó, pero no encontró nada. Dispuesto a no rendirse, regresó a su mundo de cuentos para hablar con el gran sabio.– Dime, gran sabio ¿cuál es el gran enemigo invisible que atemoriza a las gentes del mundo real? Aún no he podido encontrarlo, pero no descansaré hasta vencerle y liberarlos a todos, como hice con tantas ciudades.El gran sabio calló durante largo rato, y finalmente dijo:– No tienes fuerza ni coraje suficientes para vencer esta batalla. El enemigo no existe, pero es poderoso, y tan numeroso como las estrellas del cielo– ¡cómo! – protestó el caballero – ¿es eso posible?– En el mundo real, como no había dragones ni ogros, se inventaron los enemigos, y ahora los llevan dentro. Cada uno tiene un enemigo hecho a su medida, y está dentro de su corazón. Para unos se llama codicia, para otros envidia, para otros egoísmo, pesimismo o desesperanza. Han sembrado su interior de malos sentimientos, llevándolos consigo a todas partes, y no es nada fácil arrancarlos de allí.– Yo lo haré -repuso el caballero- yo los libraré.Y el caballero regresó al mundo, llevando consigo todas sus armas. Y uno tras otro, se fue ofreciendo a cuantos encontraba para liberarlos de su mal interior. Pero nadie le hizo caso, sólo encontró indiferencia y caras de extrañeza. Finalmente, agotado y confundido, arrojó sus armas al suelo y se dirigió hacia una piedra del camino para descansar. Pero al hacerlo, tropezó con la espada y fue a parar al suelo, dándose de cabeza contra un pollo que cacareaba por allí. Al verlo, un hombrecillo triste que pasaba por aquel lugar, comenzó a reír a carcajadas, tanto que casi no podía mantenerse en pie. El caballero se enojó, pero al mirar al hombrecillo, observó en sus ojos el brillo alegre que no había encontrado en el mundo real…Y así fue como el caballero encontró por fin la solución al mal de los habitantes del mundo; sólo necesitaban una sonrisa, una pequeña ayuda para desterrar sus malos sentimientos y disfrutar de la vida…. Y desde aquel día, el caballero, armado con una gran sonrisa, se dedicó a formar un ejército de libertadores, un numeroso grupo de gente capaz de recordar a cualquiera la alegría de vivir. Y vaya si ganó la batalla, tan brillantemente como siempre había hecho. Pedro Pablo Sacristan
Este cuento me ha hecho recordar que son las cosas mas sencillas… las que tenemos al alcance de la mano y cuanto más las necesitamos menos acudimos a ellas… las que tienen el inmenso poder de cambiarnos el estado de animo. Un golpe en el pie con una piedra que nos hace «ver las estrellas» puede cambiarnos el humor instantáneamente. Podemos enfadarnos … o podemos reírnos de nuestra torpeza. Si nos enojamos nos amargamos. Si nos reímos nos alegramos el dia.
¿Como podemos cambiar nuestro estado de animo si logramos darnos cuenta de que no nos beneficia?
Muy sencillo…basta con coger un lápiz o un bolígrafo y colocárnoslo en la boca.Forzamos a nuestra boca a sonreír… nuestro cerebro… que tiene unas normas muy rígidas y que esta siempre chequeando todo el cuerpo para que todo este en consonancia… se desconcierta porque estamos tristes y sin embargo la boca sonríe…algo anda mal…
El, muy listo y responsable de su importante misión, decide que si la boca sonríe es imposible que estemos tristes…y endereza los hombros y recoloca a todo el organismo… al final resulta que un simple lápiz colocado un ratito en la boca a logrado lo que parecía imposible ¡ nosotros nos sentimos mejor sin haber variado ninguna circunstancia externa!