Un peregrino llegó a la aldea donde vivía Abu Yazid al-Bistrami.
“Enséñame la forma más rápida de llegar a Dios”, le pidió.
Al-Bistrami respondió: “Ámalo con todas tus fuerzas”.
“Eso ya lo hago”.
“Entonces necesitas que te amen los demás”.
“¿Por qué?”.
“Porque Dios mira el corazón de todos los hombres. Cuando visite el tuyo, por supuesto verá tu amor por Él, y se alegrará. Sin embargo, si en el corazón de otras personas también encuentra tu nombre escrito con cariño, ten por seguro que te tendrá aún más en cuenta”.
El amor no puede ser selectivo, por grande que sea el objeto de nuestro amor. Amar a Dios significa amar a todos y toda la creación… incluyéndonos a nosotros mismos.