En la región oriental de Armenia existía un pequeño villorrio con dos calles paralelas, llamadas respectivamente Vía del Sur y Vía del Norte. Un viajero, llegado de muy lejos, paseó por la Vía del Sur y pronto decidió visitar la otra calle. Sin embargo, no bien llegó allí, los comerciantes notaron que sus ojos estaban llenos de lágrimas.
«Se debe de haber muerto alguien en la Vía del Sur» comentó el carnicero al vendedor de telas. «Mira como este pobre extranjero que acaba de venir de allí, está llorando»
Un niño escuchó el comentario, y como sabía que la muerte era algo muy triste, comenzó a llorar histéricamente. Al poco rato, todos los niños de aquella calle estaban llorando.
El viajero, asustado de tanto llanto, decidió partir inmediatamente. Tiró las cebollas que estaba pelando para comer – que eran la razón de sus lágrimas – y desapareció.
Las madres, entretanto, preocupadas por el llanto de las criaturas enseguida fueron a tratar de saber lo que pasaba, y descubrieron que el carnicero, el vendedor de telas y – a esta altura – varios comerciantes estaban pre-ocupadísimos por una tragedia que había ocurrido en la vía del Sur.
Pronto comenzaron los rumores, y como la ciudad no tenía muchos habitantes en breve todos los que habitaban en ambas calles sabían que algo horrible había sucedido. Los adultos comenzaron a temer lo peor .
Un hombre ciego, que habitaba en la Vía del Sur y no entendía lo que estaba sucediendo, resolvió indagar:
«¿Por qué tanta tristeza en esta ciudad que siempre fue un lugar tan feliz?»
«Algo muy grave ha sucedido en la Vía del Norte» respondió uno de los habitantes. «Los niños lloran, los hombres están con el ceño fruncido, las madres han pedido a sus hijos que regresen a la casa, y el único viajero que visitó esta ciudad en muchos años, partió con los ojos llenos de lágrimas. Quizás la peste haya llegado a la otra calle».
No fue necesario mucho tiempo para que corriera el rumor de que una enfermedad mortal, de origen desconocido, había llegado a la ciudad. Como, no obstante, el llanto había empezado con la visita del viajero a la Vía del Sur quedó claro para los habitantes de la Vía del Norte que la peste había comenzado allí. Antes del anochecer, los habitantes de ambas calles ya habían abandonado sus domicilios y partían en dirección a las montañas.
Hoy, siglos después, el antiguo lugar por donde pasó un viajero pelando cebollas aún continúa desierto. No muy lejos de allí surgieron dos aldeas llamadas Vía del Este y Vía del Oeste. Sus habitantes, descendientes de los antiguos moradores de la villa, aún no se hablan, ya que el tiempo y las leyendas se encargaron de colocar una gran barrera de miedo entre ellos.
«Todo en la vida es cuestión de la actitud que tenemos ante las cosas, y no de las propias cosas en sí mismas. Yo tengo siempre la posibilidad de descubrir el origen de un problema o escoger aumentarlo de tal manera que termino sin saber donde comenzó, cuál es su dimensión, cómo puede afectar a mi existencia y cómo es capaz de alejarme de las personas que antes amaba».
Todos en alguna medida colaboramos en esparcir rumores…no sabemos ha ciencia cierta de lo que hablamos…pero damos por cierto lo que creemos entender. Cuantas veces no hemos apoyado ciegamente a una de las partes en disputa porque la conocíamos… o nos caía más simpática … sin tomar en consideración que eso no significa que tenga la razón o que puedan existir razones validas en las dos partes. Muchas veces no tenemos ni idea de la versión de la otra parte. Somos injustos, parciales…y podemos estar contribuyendo a propagar dolor.