Siempre hacemos lo mejor que sabemos y podemos… en ese preciso instante.
Decidimos según nuestro estado anímico, las opciones que somos capaces de ver, la experiencia acumulada, los condicionantes de cultura, creencias, genero… Y las ilusiones, los miedos e inseguridades acumulados.
Pasa el tiempo… y ya no somos quienes fuimos… aunque no seamos conscientes de ello. Lo que tuvimos claro… o no, pero decidimos, ahora lo evaluamos. Y aquí es donde comprobamos si nuestras expectativas se cumplieron.
Como nos sentimos es lo que realmente importa.
Dan igual los decorados y las personas que nos rodean… Llega un momento en que estamos solos, con nuestros sentimientos y emociones… Es una cuestión mental y emocional como lo evaluamos.
Los compañeros de viaje son apoyos y maestros que nos enseñan.
Al igual que el niño tiene que ir cambiando de zapatos mientras crece… nuestra mente necesita cada vez más espacio… si no lo consigue: se incomoda, estresa, angustia.. y busca desesperadamente recuperar el confort que ha perdido.
Si, por los motivos que sean, nuestra mente no encuentra mentes afines… no iguales, nos sentimos incomprendidos y solos… e intentamos subsanarlo. No siempre se consigue.
Veo la Vida a través de mis ojos, soy cada vez más consciente de ello.
No son mis ojos, ni siquiera mi mente quienes la interpretan… soy yo quien la interpreta y valora.
Y yo, sin saber exactamente que significa ser yo, porque al crecer mi mente cambia, voy perfilando unos valores y sentimientos que son mi expresión del instante.
Una vez alcanzado un grado mayor de conciencia, toca integrarlo. Es aquello de la teórica y la practica.
Conlleva tiempo y esfuerzo. Como el niño con sus zapatos nuevos…que muestra su contento, yo también muestro contenta el nuevo grado conseguido.
Pero que yo me sienta cómoda con mis zapatos… tamaño y modelo, no significa que las demás personas se van a mostrar igual de contentas con exactamente los mismos zapatos. Y esto es todo un aprendizaje.
Como creemos que tenemos buenas razones, podemos caer en la tentación de intentar convencer de las bondades de nuestros zapatos… olvidando que no todos los pies son iguales en tamaño, ni iguales en preferencias.
Respeto y humildad es la lección a aprender.
Quizás, hasta nuestro consejo sea bueno… y si se sigue sale la persona en cuestión beneficiada.
Pero no será su elección libre.
Puede tener un criterio completamente diferente e incluso igual o mejor… o no es su momento de cambiar de zapatos.
Muchas veces nos sentimos coaccionados cuando se actua, presuponiendo buena fe, de esta manera… y si la persona es cercana, este vínculo nos oprime.
Comprendemos mejor la situación cuando somos a quien se intenta convencer… que cuando nos llevamos por el entusiasmo, cariño o preocupación, y somos los que queremos convencer.
La Vida, que es una gran maestra nos coloca en las dos situaciones, las veces que haga falta, hasta que lo aprendemos, parte teórica,… y lo asimilamos, parte práctica.
Y además, de tarde en tarde nos pone a prueba para comprobar y recordar.
Si, a mayor conciencia más conocimiento.
Si, a mayor conciencia más respeto y humildad.
Si, a mayor conciencia más claridad para interpretar y valorar como nos sentimos, y como actuar para sentirnos bien a largo plazo.
Si, a mayor conciencia más valoramos el amor en todas sus manifestaciones.
Si, a mayor conciencia más expandimos nuestro espacio interno… y somos muy selectivos con quienes lo compartimos.
Si, a mayor conciencia más valoramos el silencio… y nos alejamos del ruido.
Si, no hay limites para la expansión de la conciencia.
Si, no hay grados bajos o altos de conciencia, cada uno tiene el que le corresponde en este instante.
Si, todos buscamos sentirnos bien… y todos lo hacemos lo mejor que sabemos.
Por tanto, a mayor grado de conciencia, más respeto y más humildad son inevitables.
Vamos cambiando de zapatos cuando somos niños, por incomodidad con los que llevamos puestos… y es precisamente la incomodidad, la que acaba por hacernos comprender que hemos crecido, que necesitamos más espacio interior… para albergar cómodamente nuestra conciencia.
No hay ninguna experiencia gratuita, todo tiene su porqué.
Sentirnos incomodos, infelices, frustrados, llenos de ira… son claros síntomas de que nuestros zapatos comienzan ha irnos pequeños. Solo es cuestión de tiempo el pasarnos a los nuevos.
Al llegar a la edad adulta nuestros pies dejan de crecer… pero su uso los desgasta.
Cada zapato nuevo significa un mayor grado de conciencia.
Cuando caminamos solos, caminamos más rápido.
Cuando caminamos bien acompañados, llegamos más lejos.
Cuatro ojos tienen mejor perspectiva que dos.
El camino, dan igual sus dificultades y como las enfrentamos, siempre nos conduce a casa.
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