Una tarde de verano un joven estaba esperando el autobús en la parada del pueblo.
Aparentaba unos diecisiete años y vestía de manera muy estrafalaria.
Arrastraba por el suelo unos pantalones que le cubrían completamente los pies. Se le veían tres tatuajes en sus brazos y varios pircing en las orejas y las cejas.
Las gentes del pueblo, al pasar cerca de la parada, le miraban con reprobación… y se decían que la juventud de hoy dia estaba completamente perdida y sin valores.
Una anciana se disponía a cruzar la calle, agobiada por el peso de unas grandes cajas.
El joven la vio… y como si se tratara del instinto mas natural del mundo… se acerco a la anciana y se ofreció a ayudarle.
Visiblemente agradecida, la mujer le entregó las cajas al joven y lo guió hasta su coche. El joven coloco los paquetes en el maletero, le sonrió, la saludo con la cabeza e hizo ademan de alejarse… pero de una forma extraordinariamente conmovedora, la mujer lo rodeó con sus brazos y le dio un cálido abrazo en señal de agradecimiento. Después se alejo en su coche.
El joven se quedo sonriendo mientras la veía alejarse… y después regresó a la parada del autobús.
A los pocos minutos el joven ya se había ido de aquel pueblo en el que solo estaba de paso.
A las personas de bien se las reconoce por sus actos… no por su apariencia.
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