Combatir el mal con el mal nunca puede salir bien.
Cuando la batalla termina, te has convertido en lo que aborrecías, en lo que querías evitar. Y quizás, te has embrutecido tanto, que ya ni eres consciente de ello.
Es desesperante ver actuar al mal impunemente, sin respetar ninguno de los principios que consideramos sagrados.
Parece un sinsentido.
Desde la espiritualidad tiene una lectura diferente.
Es la última prueba, la que nos enfrenta a nosotros mismos. La más dura.
El mal ataca con el miedo a ser torturados o perder la vida… nuestra parte material, nuestro envoltorio físico
Cuando eres plenamente consciente de que ere la esencia, manifestándose en el envoltorio físico, ya no tienen poder sobre ti.
De alguna manera, esto parecería, por ejemplo, que nos iguala a las creencias religiosas de los que combaten… a quienes ellos creen infieles y grupos a los que desprecian, pues estos pobres ignorantes no valoran sus cuerpo.
De ninguna manera es así.
Nosotros sabemos que ninguna creencia a de ser impuesta.
Y como le damos el máximo valor al amor y a la vida, renunciar al envoltorio temporal… que no a nuestra essencial, no es grato… es muy duro.
Pero, renunciar, siendo plenamente conscientes de quienes somos «momentáneamente» a nuestra esencia, es peor.
Y lo más triste es que es absurdo tanto dolor. Buscan su cielo, sin darse cuenta de que es el infierno lo que encuentran.
Por desgracia, en mayor o menor grado, cono sin creencias… podemos ver el mal actuando por todos los confines de la Tierra.
Todo tiene un porqué… que se me escapa.
En la gran obra de teatro, que es la Vida, todos los actores son necesarios, todos cumplen su función.
Bien cierto es aquello de» Solo se que no se nada»
No me complacen el dolor, la ignorancia, las injusticias, las tiranías…
pero existen.
Mi reto es: mantener mis convicciones, o sucumbir, volverme parte de este sinsentido «momentáneamente»
Afortunadamente, este dislate es momentáneo, lleva impresa su fecha de caducidad desde el mismo momento de nuestro nacimiento.
Vamos a dejar nuestro cuerpo si o si… solo varia el como nos sentiremos al dejarlo.
No recordamos que somos el conductor…no el vehículo.
No recordamos que somos el mar… no la ola.
La ignorancia, en algunas etapas de la vida, parece una bendición.
Pero, al final, cuando el dislate termina, recordamos… y parece ser que no hay nada más duro que ser plenamente conscientes de nuestros actos y de sus consecuencias.
No hay premios o castigos… pero no hay lugar donde esconderse, hay plena toma de conciencia.
A medida que transito por esta etapa… con una maleta que traje, tan llena de aprendizajes… afortunadamente, cuando una lección de vida es aprendida y realmente asumida… te desprendes de esta carga.