Había un incendio en un gran bosque de bambú; el incendio formaba llamaradas impresionantes, de una altura extraordinaria; una pequeña ave, muy pequeñita, fue al río, mojó sus alas y regresó sobre el gran incendio, las empezó a agitar para apagarlo; volvía al río nuevamente y al bosque… una y otra vez incansable; los dioses que la observaban, sorprendidos la mandaron a buscar y le dijeron:
– Oye, ¿Por qué estás haciendo eso? ¿Cómo es posible? ¿Cómo crees que con esas gotitas de agua puedas tú apagar un incendio de tales dimensiones? Date cuenta: ¡No lo vas a lograr!en este inútil esfuerzo perderás la vida.
Y el ave humildemente contestó:
«El bosque me ha dado tanto, le amo tanto, … yo nací en él. Este bosque me ha enseñado mi naturaleza. Este bosque me ha dado todo mi ser. Este bosque es mi origen y mi hogar y si me voy a morir lanzando gotitas , aunque no lo pueda apagar no le abandonare».
Los dioses se conmovieron con el gran amor que sentía y le ayudaron a apagar el incendio, prodigaron una abundante lluvia y en poco minutos todo cesó.
Miguel Angel Arcel