Aquellos que rehuyen o ridiculizan el auto conocimiento son los que se preguntan el porque la gente se preocupa tanto por comprender y cambiar su vida y su persona. O viven en una especie de limbo o tienen pavor a mirar en su interior.
Hubo un tiempo en que satisfacíamos nuestras necesidades buscando cobijo y comida. Cuando esto lo tuvimos cubierto, cuando gozamos de una mayor libertad, pasamos a cuestionarnos nuestra calidad de vida.
Cuando nos intimida el conocer el valor de la propia vida y la dirección que esta está tomando, bloquearemos las emociones y las preguntas. El dolor sufrido en la infancia es con frecuencia el principal obstáculo para la felicidad adulta. Bloquear las emociones y las preguntas solo lo lograremos a nivel consciente…y si somos muy firmes en el bloqueo. La insatisfacción no puede ser anulada, solo reprimida y no en todo momento.
Si como justificación de nuestra calidad de vida adulta nos aferramos a quienes nos traumatizaron en la infancia, estamos haciéndonos trampas al solitario. De entrada el problema no es de los que no lo supieron hacer mejor, el problema es nuestro. Ellos quizás repitieron las pautas con las que crecieron… salir del circulo vicioso es integra y exclusivamente responsabilidad propia. Una vez se comprende esta verdad, los cambios, aunque nos parezcan insignificantes, se producen. Aprendemos a perdonar y perdonarnos.
Una cosa que marca nuestro despertar es el concepto de intercambio. Comprendemos que no se trata de acaparar…de aprovecharnos del trabajo o bienes ajenos. Aprendemos que es justo…y gratificante… el devolver lo que tomamos. No se trata de devolver lo mismo… se trata de devolver por medio de nuestro esfuerzo lo que se necesite. En último caso, se devuelve lo recibido en dinero.
Emprender el viaje hacia la sabiduría es comprender que los poderes del universo están de nuestra parte…y en nuestro interior.
Nos merecemos todo aquello que sentimos…y damos a los demás lo que rebosa de nuestro interior. Si lo que sentimos y damos es bueno o malo es lo que marca la diferencia entre la insatisfacción y la felicidad.